

¿Y será que la gente inteligente se dedica a vivir la vida en vez de a contarla?
Un rostro pálido. Un rostro amigable. Una cara llena de colores revolucionarios. Una cara fotografiada por una mente en blanco. Un ladrón que había robado un rostro dentro de su cabeza. Una constitución que no condenaba el hurto simbólico del alma. Una voz que impactaba contra otra. Dos voces supervivientes a través de los años. Dos voces que sufrían el mismo impacto, y de la colisión... burbujas, algunas tímidas otras atrevidas, que estallaban en simples chispas de diversos colores que rememoraban a un cordón desatado, a esos 7 locos cuerdos o a esa mirada que no tiene ganas de ver nada. Son burbujas, son chispas, es una atmósfera sobria y ebria de secretos escritos en trocitos de papel. Una lunatika con signos de exclamación en la cabeza. Un ninio con signos de interrogación en su cabeza. Un ninio con signos de exclamación y ahora una lunatika con signos de interrogación sobre sus cabezas. Una realidad. Otra realidad. Un mundo. Mutación, ni evolución o involución. Escombros, destrucción. Reconstrucción... simplemente había que construirlos de nuevo. Dos extraños nuevos. Siempre una lunatika y un ninio. Una moneda con 3 caras y una luna descarada. El humo de dos solitarios cigarrillos. Titilan... titilan... luciérnagas candentes en una luna descarada. Y en el suelo, cenizas y polvo de una vieja amistad sacudida por la inercia...