lunes, 9 de julio de 2012

5 de la matina.

Lo único que sé es que sos sangre y piel y dos palabras a lo lejos, del tiempo y de la voz. Sos imagen sin retrato, una canción que escuché en mi adolescencia. Me decís de lejos y te acerco de a poquito para que no me lastimes. Me decido a ser recuerdo, a ser tu tatuaje nostálgico, a ser el humo de tu cigarrillo dentro de tu boca nunca afuera. Me fumas, no quiero esfumarme. Quiero adentrarme en tus pulmones y que me respires. No me dejarás pasar porque me sentís cancer. Muramos, los dos, pulvericemonos al mirarnos antes de que lo haga el tiempo.

miércoles, 18 de abril de 2012

Lo mudo.

Esa costumbre que tiene la gente de amordazar el silencio. Creo, en verdad, que ese tan famoso “sentido común” cambió su naturaleza. Algunos creen que el silencio es incomodidad, otros timidez, otros un arma letal para narciso, para algunos pocos un abrazo en los oídos. La costumbre lo peyorativisó, lo subestimó como sonido, creencia absurda de afonía, lo redujo a ausencia. Arritmia cerebral. El silencio aturde, es un socorro, a veces un motivo para quitarse la vida. El silencio es el verbo impronunciable. Lo suicidó la palabra del cobarde, la frivolidad de un te quiero.
Lloro terror y espanto al pensar que la ausencia es vacío. Me dolés en el esternón si no logras narrarme en sigilo. Somos trocitos de pretéritos, latimos ecos de silencio.