miércoles, 4 de agosto de 2010

Cuestión de fe

Esa manía de creerse ángeles, sacar su billetera y hecharse a volar. Esa costumbre de comprar el amor sin rostro, bastante barato, abrirme la puerta del auto y bajarse el cierre del jean –pensaba. La maldita de piel rocosa ahogó esa verguita en la oscuridad de su bocanada venenosa, aquella sin fin ni retorno. Lo acabó. Ya disecado y consumido, el viejo terminó de palidecer.
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Otro viejo boludo que usa viagra.- pensó.
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La loca de mil lenguas, le sacó la billetera, le cerró los ojos y le guardó el muertito de nuevo en el jean. Se prendió un pucho, pensó en la leche y el pan que tenía que llevarle a su hija para que desayune antes de ir al colegio y, que por suerte, mañana le iba a poder dar como regalo de cumpleaños esa muñequita que tanto había visto en la vidriera de la juguetería.
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La loca de mil lenguas se alejaba del auto, se desvanecía con el sonido de los tacos contra el asfalto. Titilaba el cigarro cada vez más lejos del viejo tieso. Y sonreía, convencida de que los ángeles realmente existían.