miércoles, 3 de noviembre de 2010

"Frente al café nocturno"

Asco. Repulsión. Qué cosa tan desagradable eso de buscar su media naranja. ¿Acaso no podemos ser media manzana, medio melón o media sandía? Qué pesismismo ese de pensarnos incompletos. El incompleto es ese que es tuerto, manco, cojo o el que se arrancó las orejas de tanto escuchar optimismos.
Acá, en un café. Llueve. Dos cafés infieles, descafeinados. Gotas... las de agua... las de café escurriéndose entre tus labios. Te miro con ojos de verdugo. Tu mano sosteniendo tu cabeza casi decapitada, y me pregunto cuantas veces habrás descuartizado girasoles preguntándote si te amaba o no te amaba. Me levanto. Te imagino decapitada completa y salgo afuera. Me siento completo, con la luna riéndose de mí porque sabe que ya llega su amante. Pobre ingenua, no sabe que es igual a mí. De día, el que reirá seré yo.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Cuestión de fe

Esa manía de creerse ángeles, sacar su billetera y hecharse a volar. Esa costumbre de comprar el amor sin rostro, bastante barato, abrirme la puerta del auto y bajarse el cierre del jean –pensaba. La maldita de piel rocosa ahogó esa verguita en la oscuridad de su bocanada venenosa, aquella sin fin ni retorno. Lo acabó. Ya disecado y consumido, el viejo terminó de palidecer.
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Otro viejo boludo que usa viagra.- pensó.
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La loca de mil lenguas, le sacó la billetera, le cerró los ojos y le guardó el muertito de nuevo en el jean. Se prendió un pucho, pensó en la leche y el pan que tenía que llevarle a su hija para que desayune antes de ir al colegio y, que por suerte, mañana le iba a poder dar como regalo de cumpleaños esa muñequita que tanto había visto en la vidriera de la juguetería.
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La loca de mil lenguas se alejaba del auto, se desvanecía con el sonido de los tacos contra el asfalto. Titilaba el cigarro cada vez más lejos del viejo tieso. Y sonreía, convencida de que los ángeles realmente existían.

jueves, 24 de junio de 2010

Loco encuentro loco todo.

Maldito Junio cruel, quimera de la vida. A vos. Al encuentro, no del diálogo sino de la charla, de la amistosa, del espejo con devoluciones amorfas. Esa. Esa que se ahoga en la oscuridad del bostezo, esa que se acomoda en el espacio del silencio. Al encuentro, al impacto de la palabra, a eso me refiero. Me refiero a una loca que me dijo que a su papá le dijeron que le habían dicho, que le habían dicho cantando... eso. A eso me refiero, a Junio, a la loca, a la charla. A la música de los sintagmas, al puente de las almas en recreo, al escape del alma en un cuerpo represivo. Simplemente a eso.
Hoy la loca me desarmó a sabiendas que yo era una sola pieza. Me leyó en adjetivos. Hoy me vi todas las caras, me encontré a oscuras. Hoy la loca hizo magia, hoy me regaló la opera de su vida. La opera de su vida y como si fuera poco sus oídos. Me regaló su voz, me hizo dibujar en el aire, bailar a la rayuela, perderme en el infinito del punto, en el ensueño de un muerto. Hoy me di cuenta que el olvido es un recuerdo encaprichado en el tiempo. Hoy me hice saberte loca toda, me obligué a oírte muda en gutural. Hoy te vi en cíclope loca toda, loca completa.
Hoy, loco todo, pude vivir más de 3 horas. Salud al encuentro. Salud a la loca.

domingo, 30 de mayo de 2010

Distorsión



A quién le importa la semántica de tu voz si mañana desaparecerá en el aire. Prefiero guardarme ese armónico que se escapa de tus labios, encadenarlo y plastificarlo en mis oídos para tener un leve recuerdo de las cenizas de un ruido perfecto. Tu susurro, mío ahora, muere inmediato.

martes, 18 de mayo de 2010

Tan simple como un Domingo.

Traté de asesinar esa enfermedad del Domingo, esa infección que se propaga sin discriminación. Ésa que hizo creerme un suicida falaz, alguien que confundió la vida con melancolía. Y es tan simple como un Domingo diáfano, uno indiferente que no malgasta palabras para convencerme de que es Jueves y es mi amigo. Ambos sabemos que él esta aquí para inflamar la hoguera de mi pensamiento existencial.
Creéme, por favor, que en el siguiente octubre quiero enamorarme, ser feliz aunque caiga en la decadencia colectiva. Creé en estas palabras que parecen estar vacías, que me reflejan y me condenan, que me transforman en responsabilidad al imponerlas ante ti.
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Mientras en la oscuridad de la tarde, caminaba solo, por la plaza que cautivó alguna vez mi risa, me senté en un banco con su verde despintado. Tomé asiento, comencé a observar, a contemplar las figuras animadas que poseían ánimo. Y la congoja se sentó a mi lado, llevaba un vestido blanco, con un ramo de rosas chamuscadas, tan bellas como la pálida congoja. Con sus ojos violetas, con su cabello negro como el infinito del bostezo y esos brazos que eran el viento que acariciaba mi rostro, áspero y rocoso. Y cada caricia dolía un poco más, era como si ella leyese ese dolor desquiciado.
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La congoja tomó mi mano y me llevó al tobogán, donde se encontraba el sacerdote que proponía casarnos por el resto de nuestra existencia, al menos por el resto de la mía. Y en el trayecto hacia el tobogán, que me había hecho escapar alguna que otra sonrisa de chico, sentí un extraño goce. Imaginé mi vida de casado con la bella congoja, que durante tanto tiempo hizo que desde mi lápiz se escurrieran los versos más opacos de todos. Y en mis sueños me susurraba al oído: quiero casarme contigo. Reía, feliz, pérfida a su nombre. Me tomaba mis manos y las acariciaba, humedecía sus labios con los míos produciendo una sensación fría y adicta que el único significado que poseía era la renuncia a la escritura, aquella que me había besado primero.
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Pero, cariño, dime que me crees cuando te digo que prometí enamorarme en este Octubre sangriento y hermoso. ----------------------
Luego seguí imaginando.
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Me imaginé sin palabras. Tendido en una cama con mi futura esposa, usando un lenguaje que no me correspondía. Solo nos mirábamos el uno al otro y nos entendíamos, sentíamos el corazón resquebrajado de ambos, los ojos que ya no querían malgastar la visión, los labios que realizaban formas siniestras, que nunca imaginé hacerlas y lo mas complicado, entenderlas y sentirlas propias y con significado alguno. Era tener voz y no saber qué decir, porque sabíamos que nuestra voz viajaba mas allá del habla. Y los labios hablaban sin palabras, y por un momento me desesperé. Como cuando un niño se pierde en una plaza, entre la muchedumbre, y sobresaltado, y desesperado busca el abrazo de sus padres, con el miedo a punto de comerlo completamente.
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Me acercaba cada vez mas hacia aquel tobogán, hacia donde estaba ese sacerdote vestido de blanco, encarnando la palabra del señor, ese que creé en las utopías. Caminaba inseguro, de la mano de Congoja quien me aferraba con extrema prudencia, observando entre líneas el espejismo de una vida acobardada.
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Entonces realmente debía tomar una decisión, debía cerrar una puerta para que otra quedase abierta. No sabía con certeza que elegir, pero quien sabe con seguridad como debe hacerlo. Estadísticas, tarot, o algún tipo de revelación, delegamos responsabilidades, al igual que cuando hablamos, ya he dicho, no soy un esclavo de mis palabras sino responsable.
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Y creéme cuando dije que en ese Octubre quería enamorarme.
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Y me acercaba a ese sacerdote, quien no era sacerdote. Se podía observar la cara, no lo conocía. Una mirada fría pero con rasgos reconfortantes, sostenía entre sus manos una especie de cofre, con algo adentro, que reflejaba un brillo tenue y embrujaba el alma, me embrujaba. Pero no podía entenderlo, él nunca fue sacerdote, era una especie de cerrajero, que sostenía un pequeño baúl, con algo ciertamente extraño dentro, algo que parecía ser un libro en blanco, sordo y mudo.
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Finalmente nos acercamos ante el cerrajero, que sin ninguna introducción me entregó una llave. La sostuve entre mis dedos... comenzaron a temblar, a cada segundo sentía un dolor más agudo y punzante entre ellos. Pude notar que comenzaron a sangrar, lentamente, y a desgarrarse la piel, y más profundo, la carne. Percibí un perfume con aroma a dolor, proveniente de la congoja, su fragancia predilecta. Me aferró mi otra mano con fuerza.
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Estoy sangrando frente a ti. Desde mis manos chorrean gotas de identidad, me pides que renuncie a mi rostro y lo desfigure a una máscara. Quieres que encierre eso... eso que llamas eternidad.
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Congoja derramó un par de lágrimas... comenzó a llover y las gotas limpiaban la unión de sangre que nos quería unir, la que deseaba encarcelar mi corazón. Malgastó lágrimas como la malgasta un nene caprichoso cuando sabe que la carencia se avecina. Yo le reproché:
- Eres mi cielo nocturno, ahora que estoy a tu lado no permitas que amanezca.
Deslicé la llave entre mis dedos y la dejé caer, liberándome del sufrimiento.
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Creéme cuando digo que no miento, que aunque me personifique la mentira misma no miento.
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Y la plaza murió.
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Me encontraba en mi cuarto. Congoja me había abandonado.
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Me acerqué contento hasta mi escritorio donde siempre una pequeña lámpara de pocos watts quedaba prendida en las noches. Allí, un libro abierto descansaba, despojado de tinta y versos apócrifos. Uno que nunca toqué, nunca me atreví a escribir, porque en cierta forma, temía estropearlo, de malgastar sus hojas. Nunca lo toqué.
Y creéme cuando hablo de elecciones, cuando ellas vienen a mí y no las puedo elegir, me someten como cuando someto a las páginas de un cuaderno en blanco a perder su pureza.
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El libro se encontraba allí, abierto en la primera página, vacío, sin ninguna palabra adherida a su piel. Poseía la virginidad en su plenitud, era el secreto que solo yo sabía y ocultaba. Me recordaba aquella hoja en blanco la importancia de los espacios vacíos, de la necesidad de rellenar y acomodar, de elegir y dejar, me recordaba que cualquier tipo de eternidad significa la desdicha. Me recordaba el apetito que poseía aquel monstruo sin habla, que no obstante estaba plagado de ilusiones a vender, se encontraba sediento por la sangre que escurría aquel lápiz horrendamente sentimental. Sin embargo no era suficiente, exigía cada vez más ese fluido sanguíneo. Absorbía cada gota de sangre, cada vocablo depresivo, cada sonrisa comparada, con ese apetito voraz me inculcaba la escritura. Y creéme cuando te escribo, cuando lo que devoras es mi vida.
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Y el Domingo quedó muerto, tendido congelado debajo de un desolado árbol de aquella plaza que se desvanecía en el ensueño.
Y las palabras de un extraño decían hasta mañana y no hasta nunca, teñidas en un rojo violento, disipándose en la piel de aquél libro. Y Volvió a ser virgen. Me devoró de nuevo.

miércoles, 7 de abril de 2010

Consigna

Consigna: Narrar el primer acercamiento que se acuerden que tuvieron con la literatura.

Cuando tenía alrededor de 7 años recuerdo que casi todas las noches me iba a dormir a "caballito" de mi papá, pensando en cómo iba a terminar esas 3 historias que él sabía y que nadie más podía imaginárselas. Entonces cuando terminaba de cabalgar y mis espuelas tocaban el colchón, me metía inmediatamente dentro de la cama y le pedía uno de esos 3 cuentos. "El pastorcito mentiroso" era mi favorito. Lo recuerdo, con esos ojos que hablaban, susurraban y vociferaban. Y eran esos ojos los que relataban e imaginaban, porque nunca le presté atención a sus labios. Yo me acuerdo de esos ojos, que mientras los tenía enfrente mío, contándome esas mentiritas, nunca pero nunca necesité de mirar el cielo para suspirar de alivio. Lo que no recuerdo eran los finales de ese Pastorcito mentiroso, siempre mentía de manera diferente, siempre me mentía de una forma diferente.

lunes, 8 de marzo de 2010

Guantes


Ya he olvidado el roce,
La asfixia y el domingo
La calma en el desquicio
Desde la horca, lo lamento tanto,
He derramado la semántica al infinito.
Quiero aprender a tocarte
En un pavor onírico
Me temo
De a dos tiempos a la vez
he olvidado el verbo

viernes, 26 de febrero de 2010

Las 120 jornadas de Sodoma



"La primera se llamaba Marie. Había sido criada de un famoso bandido recientemente ejecutado, y ella, por su parte, había sido azotada y marcada. Tenía cincuenta y ocho años, casi calva, la nariz torcida, los ojos apagados y llenos de lagañas, la boca grande y poseedora aún de sus trinta y dos dientes auténticos pero amarillos como el azufre; era alta chupada; habiendo tenido catorce hijos, a todos los había ahogado, según decía, por miedo a que fueran malas personas. Su vientre era ondulado como las olas del mar y tenía una nalga comida por un absceso."
"La segunda se llamaba Louison. Tenía sesenta años, era pequeña, jorobada, tuerta y renga, pero poseía un bonito culo para su edad y la piel todavía bastante hermosa. Era más mala que el diablo y estaba siempre disponible para todas las infamias y todos los crímenes que pudieran encargarle."
"Thérese tenía sesenta y dos años. Era alta y tan delgada que parecía un esqueleto, ni pelo en la cabeza, ni un diente en la boca y despedía y despedía por esta abertura de su cuerpo un olor que tumbaba. Tenía el culo acribillado de heridas y las nalgas tan absolutamente flácidas que se le podía enroscar la pielalrededor de un palo; el agujero de este bonito culo se parecía a la boca de un volcán por la anchura, y por el olor auténtico agujero de letrina; en toda su vida Therese no se había limpiado el culo, según contaba, por lo que quedaba perfectamente demostrado que seguía habiendo mierda de su infancia. En cuanto a su vagina, ésta era el receptáculo de todas las inmundicias y de todos los horrores una verdadera sepultura cuya fetidez producía mareos. Tenía el brazo torcido y rengueaba de una pierna."
"Fanchon era el nombre de la cuarta. Había sido colgada seis veces en efigie, y no existía un solo crimen en la tierra que ella no hubiera cometido. Tenía sesenta y nueve años, era chata, baja y gorda, bizca, casi sin frente, en su hediondo morro solo quedaban dos viejos dientes a punto de caerse; una inflamación le cubría el trasero, y unas hemorroides gruesas como el puño le colgaban del ano; un horrible chancro devoraba su vagina y uno de sus muslos estaba completamente abrasado. Estaba borracha las tres cuartas partes del año; y durante su borrachera, como su estómago era muy débil, vomitaba por todas partes. El agujero de su culo, pese al paquete de hemorroides que lo adornaba, era por naturaleza tan ancho que muchas veces se ventoseaba y pedorreaba, y defecaba sin advertirlo."
"Más allá del servicio específico para el cual las necesitaban durante las vacaciones, estas cuatro mujeres también tenían que participar en todas las reuniones para todas las tareas, incluidos los servicios sexuales que se les exigieran."

miércoles, 6 de enero de 2010

NoName

- Acaban de afanarse el inodoro
- Si, a veces pasa.
- ¿Qué?
- Que entren a tu casa y se afanen el inodoro.
- Ah.
- Sí a veces pasa.
- ¿Qué?
- Que entren a tu casa y meen en el bidé
- ¿En el bidé?
- Por supuesto si se afanaron el inodoro.
- Si es verdad, pasa que pasen y te toquen el culo.
- Si, pasa. Está bueno que pasen y sigan pasando.


(Leí que cuando hay gente llorando inevitablemente hay gente riendo... Que sigan llorando xP )